Lágrimas que tocan el alma
Lágrimas que tocan el alma

Lágrimas que tocan el alma

Mikel y su mujer, Rosana, reciben sobre el escenario del Campos el aplauso sincero y emocionado del público que abarrotó el teatro en el estreno del documental.

El estreno del documental sobre el joven de Santurtzi repartió una lección de vida en el Teatro Campos

TAMARA DE LA ROSA

14 de Diciembre de 2011

Mikel y su mujer, Rosana, reciben sobre el escenario del Campos el aplauso sincero y emocionado del público que abarrotó el teatro en el estreno del documental. (FOTO: PABLO VIÑAS)

BILBAO. Mikel Trueba hizo ayer un regalo a todos los que asistieron al estreno de Alma, el documental que protagoniza. Repartió una lección de vida; una lección que él ha aprendido a marchas forzadas desde que en 2005 le diagnosticaran Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) cuando tenía 28 años y estaba a punto de ser padre. Tras los créditos finales, todo el Teatro Campos, escenario del estreno, se rindió ante el joven de Santurtzi que, al ver a todos sus conocidos de pie ante él y aplaudiendo, no pudo contener las lágrimas al lado de su mujer, Rosana, su heroína.

«Ahora sí estoy un poco nervioso», reconocía Mikel a su llegada al teatro. Allí le esperaban los productores del documental, que habían viajado desde Sevilla para acudir al estreno. «Está igual que cuando grabamos el documental», comentaban Carlos Regidor, director productivo, Almudena Sabido, José Escudier y Michael Valiente. Eso en Mikel es una buena noticia. La enfermedad no ha ganado más terreno. La expectación era máxima a las puertas del renovado teatro, donde cientos de personas se agolpaban para coger una buena butaca. «Estamos sorprendidos por el revuelo que se ha generado en Bilbao, por lo que mueve Mikel y lo que representa», explica Regidor, que hacía más de un año que no pisaba Bilbao.

A eso de las siete de la tarde, Mikel y su esposa acapararon la atención en el Campos. «Estoy recibiendo más besos que en mi boda», aseguraba el santurtziarra, siempre con la sonrisa dibujada en el rostro. Todos se acercaban a saludarle. «Gracias Mikel por lo que estás haciendo», le decían algunos. «Ánimo», indicaban otros. Pero él les respondía a todos de la misma forma, sonriendo.

SONRISAS Y LÁGRIMAS La de anoche fue una noche de sonrisas, pero también de lágrimas. Cuando la luz se apagó, comenzó a escucharse el silencio. Después, llegó la voz de Mikel. Y la de Rosana. Y la de Anne, su pequeño «colibrí». Su sol y su luna. Los juegos entre padre e hija arrancaron las primeras carcajadas al público desde sus butacas. «Anne», decía Mikel a su hija, de seis años. «Qué», contestaba la pequeña. «Cacahué».

Momentos en el parque, en la piscina, una comida con los amigos, un paseo durante las fiestas de Santurtzi… Mikel es feliz. Y ríe llevando a su pequeña sobre las piernas, cuando ésta le ayuda a comer, cuando le da un beso, cuando Rosana le regala una mirada, cuando se aferra a su mano… Solo hay una cosa que hace que el santurtziarra abandone su buen humor. Hablar del futuro y de su colibrí. «No quiero que ella me vea conectado a una máquina», logra decir con lágrimas en los ojos. Las mismas lágrimas que comenzaron a brotar también desde las butacas del Teatro Campos ante un silencio sepulcral que ponía el vello de punta.

«Este es mi hijo al 100%. Es Mikel». Rosario Aguirre, madre de del santurtziarra, estaba muy satisfecha con el filme, que ha sido preseleccionado para luchar por un Goya. «Me ha encantado, es duro, pero bonito», explicaba abrazando a su hijo. «Pero a ella no la podemos dejar nunca atrás, no nos podemos olvidar de Rosana», apuntaba cogiendo a su nuera de la mano. Y es que en esta historia hay un héroe, Mikel, pero también una heroína, su mujer. «Hay que echarle cuentas a Rosana, admirar su fuerza», subrayaba el director José Javier Pérez desde Sevilla, ya que un pequeño accidente doméstico no le permitió estar presente en el estreno de anoche. «Ella es la heroína de la película».

Y Mikel lo sabe, por eso no suelta su mano. «Yo digo que para mí, la cura no va a llegar a tiempo», explicaba el joven desde la pantalla. Siempre ha sido optimista, pero también realista. Por eso, Mikel disfruta de la vida todo lo que puede. «Uno tiene que disfrutar de las cosas que están a su alcance, y Mikel está aquí ahora», explica Rosana mirándole. «Para mí eso es la felicidad, vivir de los momentos felices con la gente que quieres».

«Desde su enfermedad Mikel te enseña a vivir», afirma rotundo Escudier, uno de los productores que ha pasado muchas horas con la familia durante el rodaje. Ellos encontraron la persona que hay en Mikel y la transformaron en personaje, el protagonista de Alma, que en un principio estaba pensado que recogiera la historia de tres enfermos.

«Durante la grabación del documental hemos llorado. Mientras escuchábamos el testamento que él quería darnos se nos han escapado lágrimas, pero después de toda la experiencia hay algo que se te queda grabado dentro: su sonrisa», reconoce Escudier haciendo balance del trabajo. «Fue todo como una fiesta, comimos sardinas, bailamos con Mikel, conocimos a su familia, a sus amigos y fue casi como trabajar en familia», cuenta.

Y como tal fueron recibidos en el estreno por Rosana y Mikel, que comenzaron a recordar viejas batallitas del rodaje. «Menudo calor hacía en Sevilla, no he pasado tanto en mi vida», decía Rosana. Los recuerdos de los productores se centran en parte de la grabación, cuando hacían las entrevistas personales. «Rosana y Mikel se ponían a hablar y detrás de las cámaras estábamos todos llorando, fue increíble».

Antes de que las luces volvieran a encenderse en el teatro Campos solo se oían los aplausos. Un sonido que creció en intensidad cuando Mikel y Rosana subieron al escenario. Él llorando, ella sonriendo. «Gracias por habernos dejado entrar en vuestras vida», agradecía el santurtziarra ante la mirada de los cientos de espectadores entregados, emocionados. Mikel dedicó las últimos palabras de su discurso «a mi colibrí y a Rosana». Entonces, el teatro se puso de pie. Era su pequeño homenaje.

El silencio seguía presente aún después de finalizar el acto. «Me ha dejado sin respiración», decía una mujer que abandonaba el teatro. «Qué fortaleza, de verdad», indicaba otra con los ojos enrojecidos. Hay lágrimas que tocan el alma, y las de Mikel tocaron ayer la de todo Bilbao.

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